Alta Vista: un blend de recuerdos
La bodega organizó una cata para celebrar sus 20 años. Un recorrido por la historia y el alma de estos vinos que cuentan un paisaje y revelan el espíritu de sus hacedores.
Primero fue Michel Rolland, quien, a fines del siglo pasado me habló de un amigo bordalés Jean Michel Arcaute, al que sedujo para iniciar un proyecto en Vistaflores, en el Valle de Uco. Arcaute ya no está en este mundo, pero sí su proyecto encarado con pasión. Alta Vista creció y en el 2004 inauguró una bodega propia en un antiguo establecimiento de Chacras de Coria poblado de fantasmas, eso dicen las leyendas mendocinas.
Hace unos días fui a la gran celebración por los veinte años de los vinos de Alta Vista, que desde 1997 elaboraban estos franceses bajo la rigurosa mirada de un gaucho sabio, Juan Argerich. Vinos que deslumbraron desde el primer momento. Sobre todo por el Alto, en su primera cosecha 1998, año fatídico en que el niño decidió llorar infinitamente sobre los viñedos mendocinos.
Por acá siempre se pensó que Dios era criollo, y mantenía el tiempo siempre igual a sí mismo. Voilá, no fue así. El año demostró que no lo era, que el clima podía ser tan fulero como el de Burdeos u otras zonas europeas, lluvioso y frío. Los franceses no solo zafaron, ya sabían por experiencia cuándo y cómo hacerlos, no cosechar impacientemente sino más tarde, pasada la catástrofe, y revisar racimo por racimo, uva por uva. Así lo hicieron, antes que se utilizaran las mesas de selección. Una hazaña inscripta en la saga de la vinicultura argenta. La bodega ya estaba en manos del conde Patrick d’Aulan, propietario de châteaux en Bordeaux y de la bodega que elabora grandes Tokaj en Hungría. Su primera incursión argentina fue como propietario de Piper Heidsieck. Ahora, junto a su mujer, una bostoniana de porte deslumbrante, viene a visitar sus vinos en esta parte del mundo.
Ni bien llegamos a la bodega construida en 1890 descendimos a la cava con Patrick y el enólogo, Didier del Bono, el artífice junto a los terruños privilegiados de estos vinos que merecieron tantos premios y tan fervorosa adhesiones acá y en el mundo. Se había previsto una cata vertical del Alto, el vino mítico compuesto por Malbec y Cabernet Sauvignon. En la cata se notó la influencia del clima en cada añada. Así como estaba increíblemente vivo y complejo el 1998, resultó casi tan interesante como éste el 2002, un año excepcional. Alto 2003 tuvo menos frescura. El resto, hasta las últimas cosechas –2011–, todos impecables, especialmente el que elegí para traerme a casa, la cosecha 2005, con la complejidad del tiempo y la frescura del presente. Estos Alto están encerrados en las mejores condiciones en una cava especial con el nombre del conde. El espacio está dentro de uno mayor que lleva el nombre de Juan Argerich, el hacedor visionario, un chamán de los viñedos. Él y el equipo fueron responsables de los primeros Single Vineyards, tres Malbec presentados el día de la inauguración de la bodega de Chacras, en un lejano 2004. Alta Vista fue la primera bodega en registrar y autorizar para el uso de su marca registrada Single Vineyard y sus correspondientes traducciones al español, a las bodegas que quieran rotular productos que hagan uso de Indicaciones Geográficas (I.G.) y que vengan efectivamente de viñedo único inscripto en el INV. Fueron pioneros también en percibir las diferencias que cada terroir imprime al vino. Esos inefables que Colette describe poéticamente, la razón de las profundas diferencias en el alma de estos vinos elaborados exactamente igual.