Por María De Michelis. Fotos de Flor Cosin. Fotos de platos: José Luis López de Zubiría.

Un vasco innovador, referente de la cocina en el mundo, que sabe combinar técnica, creatividad y humor. Pasó por Buenos Aires, lo entrevistamos y descubrimos por qué algunos de sus colegas lo consideran un iluminado.

Prefiere buscar a encontrar. Jugar y convertir una comida en sorpresa. En final abierto como el de algunos buenos libros. Andoni juega, luego existe. La cocina del restaurante Mugaritz que abrió hace casi 20 años en Errenteria, su Guipuzcoa natal, está fuera de molde y puede despistar a los que no encuentran lugar en el inconformismo. ¿Por qué se come con la mano en un dos estrellas Michelin? ¿Por qué no se incluye el pan en el menú? ¿Y los postres, que ahora quedaron fuera de escena? La única constante en Mugaritz es que nada se mantiene quieto, sobre todo Andoni. Un cocinero que en cualquier punto de llegada descubre un atajo hacia el punto de partida. El viceversa de una mente brillante.

Todos los fuegos, el juego

Afuera, colinas verdes, huertas y rebaños. Adentro, un minimalismo de madera y piedra que evita distraerse del foco: la comida. Pero en ese marco de sobriedad que plantea Mugaritz todo es posible menos el “deber ser”. A este restaurante viene gente vestida de cóctel, señoras con vestido de Armani a las que se las ve comer con las manos. Y no sólo con las manos. También con el cuerpo. Hay platos pensados para que la gente chupe, lama y bese la comida, como el “beso de ostra”. O que obligan al comensal a cambiar de posición como el niño que para comerse una cereza colgada de un árbol debe contornearse. ¿El futuro de mi propuesta va a ser así? No, estamos buscando. ¿Cuál es el problema? Las cosas muy importantes se pueden presentar de manera divertida. En un restaurante se dirimen cuestiones serias como identidad, medio ambiente, creatividad, economía, salud, alimentación, pero no hay por qué traducirlas en un servicio formal, abigarrado y tortuoso. Juguemos. Dice Andoni.

«En Mugaritz hay platos pensados para que la gente chupe, lama y bese la comida, como el beso de ostra”.

¿Cuál es el rumbo de tu cocina?
—Cuando la gente llega a mi restaurante y se topa con una propuesta diferente a veces cree que se le va a imponer un modelo ajeno y se asusta, aunque nosotros no imponemos nada porque no estamos en el territorio de las certezas sino en el de las dudas. No queremos provocar sino mostrar parte de nuestra evolución. Lo primero diferente que hicimos en Mugaritz fue proponer comer con las manos para explorar la sensorialidad. Después quitamos el pan porque me gusta mucho y cuando hay un sitio con un pan muy bueno me lo como entero y ya no como lo demás. Y este año sacamos los postres porque que en Mugaritz comes en exceso y los postres me parecían demasiado. Pero nada de esto es rupturista, lo verdaderamente novedoso es que hemos creado una partida dedicada totalmente a los fermentos. Creo que somos el primer restaurante en el mundo que lo hace.

Si en Mugaritz se come en exceso. ¿Por qué sostener un menú de 25 pasos?
—Al restaurante viene gente de unas 70 nacionalidades que recorre el mundo para comer allí y yo interpreto que tiene que llevarse la imagen más amplia posible de lo que hacemos.

¿Pensás que el desborde actual de información atenta contra el conocimiento?
—Hay un tsunami de datos: tienes acceso a todo y no sabes ni por dónde empezar. Es como estar frente a una enciclopedia infinita, tan atractiva como difícil de abordar. Yo creo que la limitación de recursos plantea un ejercicio creativo maravilloso. Piensa en las cocinas tradicionales del mundo: se han dado a partir de cuatro o cinco cosas.

Andoni habla de cocina entendida como una disciplina transversal, capaz de tender un puente entre la ciencia y el arte. No le preocupa saber hacia dónde va. Sólo saber dónde no quiere estar.

¿Qué valores encontrás en las cocinas latinoamericanas en general y en la argentina en particular? En tu restaurante Topa sukaldería, abierto este año, tenés una versión de empanadas y un txoripan
—Latinoamérica es como un puzzle de cien mil piezas y cada una tiene una historia que contar. Es un crisol inabarcable que ahora adquiere visibilidad aunque siempre me queda la duda de que pueden estar desapareciendo tradiciones y productos, porque este mundo nos atropella. Pero hay signos alentadores: estos días en Argentina escuché a cocineros plantear cosas antes ignoradas. A Germán Martitegui, por ejemplo, o a los chicos de El Baqueano, poniendo en valor a los productores, apostando a la identidad. Hay un cambio de paradigma en Argentina que llegó para quedarse. Ya no es sólo el país de la carne. Estos últimos años han sido revolucionarios. Hay talento y diversidad. Hay iniciativas institucionales sensibles a las necesidades del sector, como la apertura de nuevos mercados. Hay un énfasis en la alimentación. El futuro pinta espectacular. ¿Qué falta? Soñar juntos, lograr cierto espíritu de grupo. Entre todos se rema mejor.

¿A dónde vas a comer cuando venís a Buenos Aires?
—Me gustan Tegui, Mishiguene, de Tomás Kalika (ahora fui también a Fayer, su otro local). Sudestada me encanta. Y Don Julio, el Asador Elkano porteño.

¿Qué opinás de la Guía Michelin y de los 50 Best?
—En 100 años, la guía Michelin se convirtió para el imaginario general, en la palabra santa de los notarios del panorama gastronómico que se arrogaban el derecho de indicar las referencias del lujo. Ese partido se jugaba sólo en Europa y el resto del planeta lo miraba desde la grada. Cuando aparece Restaurant Magazine con sus 50 Best cambia el paradigma porque invita a jugar a todo el mundo y con todos los estilos. Así termina capitalizando el desencanto de los que se quedaban afuera. Pero como el pastel de la gastronomía es sabroso y el turismo es una industria que genera mucho dinero, también en Restaurant se dirimen intereses geopolíticos: la consigna es situar tus restaurantes para atraer gente y entonces ya no es un juego inocente. Y también puede decepcionar porque ese partido lo pueden jugar quienes tienen más recursos o m a capitalizar ese desencanto? o van a jugar quienes tienen mciar ntereses geopol todos y todos los estilos. Todos se alinean coás habilidades. Volvemos a construir espacios donde se generan aristocracias.

¿Qué te propusiste con Diálogos de Cocina? (un espacio interdisciplinario de reflexión sobre la gastronomía)
—Diálogos de Cocina empezó en un momento en que a los cocineros se nos estaba dejando hablar y opinar de todo y no estábamos preparados. Me parecía interesante generar un espacio donde se pudiera escuchar a gente talentosa e inteligente, aprender e incluso generar proyectos a partir de este aprendizaje. Hasta ahí funcionó. Pero creo que no lo hemos sabido comunicar.

¿Qué clase de cocineros saldrán del Basque Culinary Center?
—Lo curioso es que algunas personas van con la idea de ser cocineros y resultan generando proyectos propios y saliendo como emprendedores. Pymes. Me parece bueno, no pretendo una fábrica de cocineros que quieren ser ante todo generales –chef– cuando lo que falta son ejércitos.

«Creo en el sexto sabor: el de las historias. Sin eso, cualquier plato, por rico que sea, es intrascendente. Somos comedores de historias.»

Ida y vuelta

El último libro que leíste
Generar talento,
de José Antonio Marina.

Una música
Depende de mi estado de ánimo.
No se puede vivir sin la música.

Un maestro
Ferran Adrià.

Un plato vasco
Chipirones a lo Pelayo.

Un ingrediente
La curiosidad.

Quién es Andoni Luis Aduriz

Fue alumno aventajado y socio de Martín Berasategui. Su paso por El Bulli, en los noventa, lo marcó para siempre.

Recibió importantes premios y su restaurante –dos estrellas Michelin– aparece desde hace 10 años entre los 10 primeros en la lista de los 50 Best del mundo.

Es miembro asesor del Basque Culinary Center y participa activamente en el proyecto de Diálogos de Cocina.