Una feria de productos regionales. Catas y clases magistrales. Propuestas especiales en 70 restaurantes. Y un almuerzo solidario preparado por grandes chefs con el cordero –ícono regional– como leitmotiv. El festival recién terminó y ya prepara su próxima edición.

La ciudad desborda de gente, de actividad y de una euforia contagiosa. Cocineros, productores, hoteleros, se suman al clima de celebración de este festival que invita al público a sentarse a una mesa tan larga como la Patagonia.
Bariloche a la carta propone apartar a este enclave rionegrino del cliché que lo reduce a una secuencia de paisajes de fábula o de película de Disney. Una postal de lagos, montañas, arrayanes y –en primavera– cerezos como nubes blancas.
Bariloche trasciende su cara más obvia. “Esta propuesta es una vidriera de todo lo que el lugar ofrece”, dice el imparable Lucio Bellora, referente de la organización del encuentro que fusiona esfuerzos de entes privados y organismos estatales. Una combinación que logra mostrar a través de la cocina, aliada del turismo, el potencial enorme de la región con sus materias primas, sus productores, sus chefs, su identidad.

La magia del fuego

Un río de gente se concentra en las clases magistrales. Nadie quiere perderse la oportunidad de ver en acción a Maru Botana en dupla con la genial Mariana –China– Müller, alma mater del restaurante Cassis Patagonia. De aprender de la mano de Felicitas Pizarro, Federico Domínguez Fontan, chef del Hotel Llao Llao. Escuchar a Pablo Buzzo –recién llegado del festival Gusto, en Suiza– y Martín García Rebecchi, de Villa Huinid. Entusiasmarse con Bruno Ferrari, de Cervecería Berlina, la que produjo la primera IPA en Argentina. Y sorprenderse con Pilo Llorens, dueño de un criadero de truchas ejemplar, hogar de peces que crecen sin hacinamiento ni antibióticos. Esa trucha de calidad única es protagonista en el Cassis Patagonia: Mariana la combina con cebada perlada, sutilezas ácidas, puerro y alguna de esas malezas comestibles, “buenezas”, dice Eduardo Rapoport, un biólogo sabio que llegó a listar en su libro más de 700 especies mal llamadas “yuyos”. El menú de la China, acompañado con Pinot Noir, la estrella del Sur, confirma que su restaurante es uno de los mejores del país.

Productos y productores

La feria gastronómica montada en una carpa de 1800 metros cuadrados, da cabida a 54 expositores y sus productos. Frutas secas de Viedma. Aceite de oliva virgen extra de Las Grutas. Sidras y cervezas artesanales. Agua mineral de manantial –Alun-co–. Ahumados. Chocolates, como los de Mamuschka –los probamos en El Obrador, la escuela de cocina de Emiliano Schobert– y los de Rapa Nüi, contraseña para golosos. Dressings y vinagres Müller & Wolf, de sauco, frambuesa, cassis. Frutas y vinos del Alto Valle, donde se producen manzanas de calidad y extraordinarias peras Williams. Allí, Guillermo Barzi elabora, en su bodega Humberto Canale, un Riesling y un Semillón Old Vineyard que degustamos en el hotel El Casco. El clima, las uvas, Barzi y el enólogo Horacio Bibiloni hacen bien su trabajo. Son vinos de excepción producidos en estos bordes del mundo. En la Patagonia infinita y suculenta. ◉

Comer a bordo

En plan relajado, el paseo en el Modesta Victoria hasta la isla y sus bosques, propone cóctel con bocados patagónicos y vinos de Luigi Bosca a bordo. Al llegar a tierra firme, merienda en el bosque con pasta frola y té de naranja, manzana e hibiscus. Y a la vuelta, música de gaita como preludio de la degustación del whisky La Alazana, ese single malt que fuera premiado en Escocia.