Los consumidores están ávidos de probar alternativas al Malbec o al Cabernet Sauvignon. Mientras el Merlot sigue ninguneado, y al Pinot Noir y al Syrah no todos lo entienden, el Cabernet Franc se pone de moda en Argentina.

Publicado por | Sep 10, 2020 | |

elizmente y desde hace unos años hay una revalorización del Cabernet Franc en la Argentina, tratado como merece, como cepaje finísimo. Una variedad que está furiosamente de moda. Aunque siempre se la utilizó en cortes y la superficie plantada es ínfima (800 hectáreas versus 42.000 hectáreas de Malbec), muchas bodegas, alentadas por los altos puntajes que obtuvieron con estos varietales, buscan impactar al consumidor con esta uva tratada en diferentes estilos. Y lo consiguen.

El Cabernet Franc es el ancestro del rey de los cepajes tintos: el Cabernet Sauvignon. Es menos tánico, más dulce, mucho más amable. Aromas a hierbas, pinos, eucaliptus, perfumes verdes, sutilezas. Que se perciben mejor cuando no están agobiados por un exceso de madera.

Es variedad emblema de Saint Emilion, donde se lo mezcla con Merlot. Por allí estuve probando lo mejor, dos grandes Premier Cru: Château Cheval Blanc y Château Ausone. No hay ejemplos de mejores vinos elaborados con este cepaje en el mundo entero. Emocionantes, complejos y algo lánguidos al mismo tiempo.

Tiene otro terroir en Francia, en el Loire, donde según el mito fue llevada por el Cardenal Richelieu, en el siglo XVII. Allí se encuentran los amables vinos de Chinon, tintos que hasta pueden ir con ostras, y los Bourgueil, algo más sofisticados. El Chinon es tan versátil que hasta acompañaba mis sopas de pescados en el bar- à- huitres de Saint Germain. Un Chinon anónimo y nada caro. A nadie se le ocurre pedirlo por su nombre varietal, es Chinon, de frente.

Se lo cultiva también en el norte de Italia, especialmente en el Friuli, donde lo llaman indistintamente Bordo o Cabernet sin aclarar cuál Cabernet es.

Muchas veces y en varias regiones se lo confunde con el Merlot y hasta con el Carmènere.

El Cabernet Franc es variedad emblema de Saint Emilion, donde se lo mezcla con Merlot. Por allí estuve probando dos grandes Premier Cru: Château Cheval Blanc y Château Ausone. No hay ejemplos de mejores vinos elaborados con este cepaje en el mundo entero.

Mis preferidos

En cuanto a las propuestas argentinas, se multiplican año a año. Estos son algunos de mis preferidos, en diferentes estilos y origen:

Rutini Cabernet Franc 2016, fluido, amable y joven. Puede ganar con la guarda, pero está para beber aquí y ahora.

Fin Cabernet Franc siempre fue mi favorito entre los vinos de Bodega de Fin del Mundo. Opulento, con ese carácter patagónico que se traduce en color intenso y un grado alcohólico importante, asombroso como la Patagonia misma. Algo de esos, aunque menos opulento lo percibo en el Saurus Barrell Fermented. Marcus de Humberto Canale es otro patagónico interesante.

Hay para elegir, de diferentes cosechas, entre mis elegidos de Mendoza, de Agrelo y del Valle de Uco: Angélica ZapataFinca La Celia; Andeluna; DV Catena Cabernet Franc- Cabernet Franc; Henry de Lagarde; Gaia, de Domaine Bousquet, Salentein Numina Spirit Vineyard 2017, Bianchi Particular elaborado en  la nueva bodega de Los Chacayes, Trivento Golden Reserve Black Series Cabernet Franc 2017, fresco y vibrante, Zuccardi Q Cabernet Franc, y por supuesto, El Enemigo y El Gran Enemigo, obras magnas del gran Vigil.

Un recomendado por su virtuosa relación calidad – precio: Tomero Cabernet Franc, elaborado con uvas del Valle de Uco. Puede funcionar como el Franc nuestro de cada día.

Los últimos probados son Reserva de Finca Sophenia y Petite Fleur de Monteviejo, ambos del Valle de Uco, Gualtallary y Vista Flores, más Saint Emilion, que Loire, ambos tiene tensión y estructura. Los disfruté en estos meses de puertas adentro. Iluminaron ciertos crespúsculos solitarios junto a ricos quesos semiduros.

Apareció una rareza que aún no probé pero lo haré porque amo los vinos blancos cada día más, en cualquier época del año; Blanc de Franc de Andeluna.

Este año –y lo recuerdo porque simboliza el inicio del encierro–, en marzo descorché un Colonia Las Liebres Cabernet Franc, orgánico, sin pizca de madera. Cayó en el momento justo. Este sí es más Loire que Saint Emilion, vibrante y fresco. Peligroso, se bebe como agua.

Un párrafo aparte merece el Cabernet Franc de Benegas Lynch. De antiquísimos viñedos casi centenarios, el mito dice que Don Tiburcio Benegas trajo las vides prefiloxera desde Francia. El enólogo de Château La Tour  durante 15 años, Christian le Sommer, le comentó a Federico Benegas Lynch en una Vinexpo, que él nunca pudo hacer, en los años que lleva en Bordeaux, un varietal Cabernet Franc como éste. En todo caso su rosé de Cabernet Franc se mantiene como un clásico.

Si debo recomendar platos para este varietal, me remito a aquel inolvidable viaje a Saint Emilion, ese pueblito medieval, donde casi todos los Châteaux son mínimas casas-chalet-bodegas, con jardines donde crecen Cabernet Franc y Merlot, como flores. En los bistro de pueblo servían quesos, pato, palomas, charcuterie. A falta de palomas, buenas son codornices. Y hasta pollo rico, de campo, sin gusto a pollo.