
Clásicos y nuevos lugares de este barrio para perderse en el intento fallido de abarcarlo todo.
Publicado por Silvina Beccar Varela | Ago 28, 2021 | Recorridas |
l pasado 27 de abril el barrio de Núñez cumplió, como su vecino Saavedra, 148 años. Difícil determinar sus límites que a veces son grandes avenidas como Libertador o Udaondo, pero sus callecitas internas aún conservan el encanto de lo privado. Hay grupos de niños en una plaza lejos del bullicio de la ciudad de la furia. Y un sol de invierno que tiñe el atardecer de naranjas, rojos y violetas.
El Estadio Obras Sanitarias y los ecos de sus recitales memorables –ahora en pausa–, la histórica Escuela Raggio, el Edificio Geniol y la Escuela de Mecánica de la Armada, actual Espacio de la Memoria y los Derechos Humanos, obra del arquitecto Raúl J. Álvarez también forman parte del relato de este barrio gallina, las leyes de este melodrama porteño de lo que creemos ser o lo que tal vez somos.
Modernos edificios conviven con ventanas y puertas de casas con herrajes antiguos y lo mismo pasa con la gastronomía: pizzerías históricas como La Guitarrita (Cuba 3300) se enfrentan a la maravilla de los hornos y las pizzas de Togni (Máximo) y Martín Arrieta (Blanco Encalada 1665), finitas o de molde. Vean la reseña de SPG. Con sus pepperoni cortados finísimos sobre esas especialidades estilo New York (pero de masa madre), que también pueden venir con albóndigas o jalapeños. O su tradicional margarita y sus tres postres magistrales: flan con dulce de leche Chimbote, mousse de chocolate belga y dulce de zapallo con queso de Couly, para qué más.
Oporto sigue en pie a pesar de la pandemia cuando desarrollaron un muy buen delivery, con su ya tradicional paté, sus buñuelos, el vitel toné más algunos platos ricos como los malfatti de espinaca con estofado de pollo o la polenta grillada con queso, ensalada de rúcula y champis grillados, creaciones de Lucía Parra que actualmente se desempeña como jefa de cocina. Su terraza – con calefacción incluida – resulta ideal para estos tiempos.
“La carta de vinos se redujo a 80 etiquetas”, contó el sommelier chileno Giovanni Galleguillos, pero sigue tan interesante como siempre, separada por estilos de vino, con las etiquetas de moda, los hallazgos y la presencia inefable del Porto verdadero aún a precios posibles, no se lo pierdan como postre o con queso azul.
En el medio, cervecerías de cerveza bien tirada y conservada –no es tan fácil- con ambiente lindo como Stammtisch (Manuela Pedraza 1810) o Bastardo (3 de febrero 4461) e interesantes propuestas como Luz Mala se oponen a otras mucho menos artesanales: lugares clásicos como Almacén de Pizzas o Le Bleu y parrillas diversas como la Escuela Argentina de Parrilleros (Ramallo 1781) –no se pierda los excelentes y económicos sándwiches de bondiola y chori al paso–, Besares (11 de septiembre 3900), Bandol, La Escondida, La Brasería, Solomía, Tucson y hasta Taco box, entre muchísimos otros que sobreviven a esta época difícil.
Parejitas jóvenes recién mudadas y viejos que podrían estar jugando a las bochas o al ajedrez están aquí, vestidos de dandis, tomando cafés con fugaces dibujitos en la leche.
Ophelia Cakes: Juana Azurduy 2416. – Fotos: @crisrawph
Pequeños lugares con encanto
Se suman las propuestas de pequeñas pastelerías atendidas por sus dueñas, como Ophelia cakes y Oh! Blonda. La primera fue abierta en pandemia por Bruna Cisilino. Ella estudió en el IAG, viajó por Australia, España y Asia y estuvo cuatro años en Martínez con Ophelia desde la casa de sus padres. Hay dos imperdibles aquí: la cheesecake, que merece una peregrinación; y la torta del día, siempre la más fresca. Cookies, carrot cake, pecan pie y alfajores de nuez son algunas de las delicadezas que ofrece.
También en Oh! Blonda, las tortas se encargan con 24 a 48 horas de anticipación. Allí se ofrecen croissants, tortas lingote, redondas o de tamaño individual y los deliciosos scons de queso o el budín de zanahoria. Carolina Rocha e Ignacio del Pozo abrieron en 2008 y, aunque nadie pueda creerlo, sostienen esta oferta de pastelería prolija y delicadísima con su marca personal. Recomendaciones: Devil’s cake, toda de chocolate con una masa húmeda acidificada rellena y cubierta con ganache; los scons de queso y la torta de mandarina con chocolate, creación de Nacho que también es el diseñador y responsable de la marca que remite a las mujeres de los años 50.
Moisha Bakery: Manuela Pedraza 2288. – Fotos: @crisrawph
Cuadra Madre: O’Higgins 3202. @cuadramadre
Más aperturas recientes: hace unos meses llegó esta panadería mágica que trae antiguos panes y preparaciones ligadas a la cultura judía, la primera en su tipo: Moisha Bakery. Cynthia Helueni abrió hace varios años Hola Jacoba en Palermo; hoy es la responsable de este flamante emprendimiento con sede en el Mercado del Abasto y en Núñez. “Todos decimos sushi y nadie sabe decir jalá”, dice esta apasionada cocinera/empresaria de la comida de sus raíces. Pero fue más allá, y entonces ofrece jalá y bagel pero también sus reversiones, con pesto, caprese o de queso, deliciosos pretzel y también pletzalej y el hot pastrami. Otras curiosidades: la jalanesa, pan jalá relleno de milanesa, tomate y lechuga. Lo interesante es que ella no se suscribe a un tipo de cocina judía particular: ofrece de todo; las cremas de garbanzos y berenjena, falafel, kniches, fatay, bohíos, muerras, keftes, keppes, gefilte fish y un largo etc. También productos de pastelería y dulces típicos con el baklavá.
En la línea panadería, imposible no mencionar a Cuadra Madre y sus panes y pastelería excelsa: en la vereda de una esquina chiquita frente a las vías se puede almorzar o esperar la pastelería recién salida del horno para llevar a casa. Dice la cocinera Trinidad Benedetti que se volvió verdaderamente panadera gracias a la pandemia y el resultado es muy bueno: masa madre para todos los panificados, harinas orgánicas, medialunas por la tarde, tortas, laminados, más los almuerzos con algo saludable y de estación para picar, todos los días algo diferente. Pruebe croissant de cacao (sólo por las mañanas), los sándwiches y los scons de reggianito, entre otros manjares como la carrot cake o el alfajor de almendras. De los mismos dueños y con el mismo espíritu, la taquería Güey (Congreso al 2000) se destaca con una propuesta de tacos sutil y original.
Forêt y el compromiso de sus dueñas y su brigada reflejan el eclecticismo regional actual de las cocinas que permite incorporar nuevos platos ligados a la inmigración. Dirigida por la chef Vanesa Aranda, egresada del IAG y apasionada por su profesión, ofrece comida abundante de bodegón gourmet con contundencias como tortilla de papas, buñuelos y muy buenas pastas caseras. Y arepas, claro, que aprendió de un compañero de trabajo. Entre otros menús que cambian diariamente.
Desayunos saludables o abundantes bien variados, tortas con cafés de especialidad, meriendas a precios accesibles: la propuesta es enorme y abarca todas las horas. Incluso hay descuento en la pastelería para el take away desde las 19. El mediodía es rico, abundante y conveniente, por la noche hay tragos y, algunas noches, jazz. Linda esquina de la Avenida Congreso para disfrutar del sol con calefacción en la vereda.
Cada vez más, asoma la tendencia de lugares pequeños con una propuesta culinaria bien sólida. O la valentía de Laura Serafini de abrir su propio local de quesos artesanales hace dos meses, Serafini Sabores Genuinos, manjares poco conocidos detectados por esta conocedora que además les pide a las queserías le manden hormas para que ella misma madure. El local huele a trufas, y desde la heladera asoma el mórbido queso azul de esa quesería que se ocupa sólo de la podredumbre exangüe, como equívoca, que nos vuelve felices: Quesos Toro Azul. O aquella otra de Mauricio Couly (Quesería Ventimiglia) con su patangonzola puro y vergonzoso a la vez; o la plácida ricota de Chapadmalal (Granja La Piedra), que puedo o no tener vericuetos ahumados y salados, bien firme y consistente, entre otros riquísimos quesos de cabra, oveja y vaca. Aquel olor que indica y recupera la dimensión humana de las producciones rurales agroecológicas o amigables con la naturaleza. Ella vende a restaurantes y ahora también a particulares desde su bello rinconcito de Núñez que vale la pena conocer.
Las pastas artesanales son otro rubro aparte que además creció increíblemente en pandemia y que en Núñez ostenta delicadezas. Como las pastas a mano de Lucio d´Imperio que abrió en julio del 2020 su local PAF: sabores y formas con ingredientes nobles que enamoran a primera vista y después también. Imposible, si les gustan las pastas, que no se le haga agua la boca con los tortelloni rellenos de 4 quesos y cebollas caramelizadas con la masa teñida de remolacha, o los triángolo, rellenos con papa, Nduja y Pecorino. Entre otras variedades, que cambian mes a mes de acuerdo a las verduras de estación, como los mágicos ravioles de kale que probé en julio. Son contundentes, la caja rinde porción y media. No son económicas, pero vale la inversión o la peregrinación a Manzanares 2002, al menos para verlos amasar a la vista durante los fines de semana la pasta del día. Para él, las pastas son “el abrazo que todos necesitamos”.
Otro lugar de pastas en Núñez que no probé pero parece excelente según las referencias es Soma (O’Higgins 3448). Y hablando de no probar, imposible abarcar todo este barrio que explota de propuestas gastronómicas.
Me hablaron muy pero muy bien de Cachita (Moldes 3102), en la esquina de Moldes al 3100. Enfrente abrió recientemente Ruda, con pizza de masa madre estilo napolitana. Muchas ganas de conocerlos y relevarlos. Y también de Lupa (O´Higgins 3424). Hasta el próximo distrito y disculpen las ausencias: el barrio es demasiado amplio para poder cubrirlo en su totalidad.