o siempre los consumidores apasionados pueden acercarse a esos objetos de deseo y a sus hacedores. En la maratón del 17 de agosto una multitud colmó un gran salón del Hotel Internacional, en Mendoza. Todos instalados en largas mesas con las copas aptas para la cata, que se destacó por el ritmo, el entusiasmo y especialmente por la calidad de los vinos probados a ciegas. De inmediato se deschavaban y el enólogo hacedor de ese milagro hablaba brevemente sobre su obra: revelaba su vino, su lugar, sus historias.
La idea de Luis Gutiérrez –dirigió la cata junto al chileno Héctor Riquelme y Flavia Rizzuto, directora de CAVE– un madrileño disfrutón y rockero, el responsable desde el año 2013 de los reportes para vinos de España, Chile y Argentina, para Wine Advocate de Robert Parker, me pareció genial. Dispuso que había una lista de palabras prohibidas: taninos, polifenoles, etc., una serie arbitraria de otros términos a veces ignotos para los amantes del vino, que prefieren disfrutarlo y entenderlo sin hermetismos. Si el enólogo que contaba sus vinos incurría en este pecado verbal, sonaba una chicharra, jolgorio general. Por supuesto se cataba en silencio, y se escuchaba atentamente a los hacedores, pero fue una manera de sacarle solemnidad a la larga ceremonia. La descripción de un vino debería ser siempre breve y emocionante, el vino no es un teorema ni un cadáver.
Para Gutiérrez quien escribe sobre 4000 vinos al año, el vino argentino está pasando por un momento emocionante: se cultiva en sitios extremos, y hay un grupo de enólogos jóvenes con mucha energía que busca los límites. Lo más interesante es la diversidad. El terruño es el potencial, se necesita alguien que lo entienda y trasladar la cepa a esas condiciones. Porque a veces se tapa toda esa potencialidad con excesos (de madera, de madurez, de alcohol). ¡El vino de calidad es la diferenciación! Lo importante es que hay gente que está liderando ese cambio, se está empujando la calidad.” El vino de Argentina tiene que ser diverso y variado, insiste Gutiérrez, en el marco de una charla informal que tuvimos antes de la cata principal.
La descripción de un vino debería ser siempre breve y emocionante, el vino no es un teorema ni un cadáver.
Otros divertimentos alrededor de encuentro: un almuerzo en Bodega Trapiche en honor a los invitados de la Premium, donde los enólogos de Peñaflor (Daniel Pi, Sergio Casé, Ale Pepa, de El Esteco, Rodolfo-Opi-Sadler, de La Mascota, a quien reencontré después de años, tan genial como sus pares), mostraban sus mejores vinos. El primer día hubo seminarios muy interesantes, aunque solo pude asistir a dos: Pequeños productores y sus historias, protagonizados, por Nicolás Jascalevich, de la bodega Noble de San Javier, Córdoba, el francés Quentin Pommier (Mundo al Revés) y Juan Pablo Michelini, entre otros.
«Hay que empezar a olvidar el estereotipo del Malbec de Mendoza, Si acá existe un potencial enorme para hacer Torrontes, Semillón, para uvas mediterráneas, como garnacha, cariñan o monastrell. En la diversidad está el secreto.»
Los números cantan
Hubo 540 personas en la cata principal, 180 en los seminarios, se abrieron 1400 botellas, los vinos se sirvieron en 5000 copas y 70 sommeliers de la EAS, atendieron con perfección a los catadores, entre los que hubo visitantes de México, Perú, Paraguay, Chile Uruguay y Brasil y visitantes de más de 12 provincias argentinas, además de algún americano o francés sueltos por allí, deslumbrados con la potencialidad del vino argentino en momentos tan difíciles.
Conocía, por las guías que vengo haciendo desde hace 12 años, muchos de los vinos de la Premium. Puedo decir, si me aprietan, que esa noche hubo uno que me conmovió: Matervini, un vino de altura de los Valles Calchaquíes que elaboran Santiago Achaval y Roberto Cipresso. Absolutamente distinto.
Y para mi dicha, la cata de vinos blancos fue muy interesante. Siete en total. Entre ellos, elijo a muerte el blend Piedra Negra, Gran Lurton Blanco; el de Susana Balbo, Barrell Fermented Torrontés 2016; el de Bodega Tacuil RD, Sauvignon Blanc 2017; el Old Vineyards Torrontés de El Esteco. En fin, de los blancos, todos. De los tintos, también todos. Sin puntajes. Hoy quizás, elijo otros. Se trata del vino y sus circunstancias, como siempre. Solo que en este caso, el 17 de agosto en Mendoza, las circunstancias fueron excepcionales
Y Nuevas zonas vitivinícolas, con Daniel Pi (Chapadmalal), Germán Masera (Traslasierra), Santiago Achaval (El Challao), la Sentido del Alejandro Sejanovich (Uspallata) y Lucas Niven (Quebrada de Humahuaca).
A la noche, encuentro de la prensa, los enólogos y los invitados especiales, en la casa-restaurante de Alejandro Vigil, El Enemigo, en Cachingo, Maipú, donde probamos añejos vinos de Catena entre euforias y bocados deliciosos en un marco divertido. Definitivamente, cada año el encuentro se supera. En Mendoza en primer término. Se repite en Chile, Lima, San Pablo y Buenos Aires.