
Regreso con gloria de Chenin, Semillón, Torrontés, Criolla y Garnacha, variedades olvidadas que los hacedores del vino ponen cada vez más en valor. Elisabeth Checa –“La Checa”– hace un repaso de algunas de las etiquetas más destacadas.
Publicado por Elisabeth Checa | Jul 16, 2022 | Vinos |
ace unos años me entregué a las virtudes del Chenin en un inolvidable viaje a París. En Argentina, hasta hace poco, esta variedad era el caballito de batalla de blancos anónimos y se lo utilizaba en el corte de algunos espumantes. Ahora, en cambio, sorprenden algunos de larga crianza y complejidad, como La Gran Revancha, de Roberto de la Mota.
En cuanto al Semillón patrio, antes de la invasión varietalista era ese blanco dulzón de las pizzerías de barrio, los estaños de los bares porteños o el pingüino de las cantinas, dudosamente dorado. A esta cepa no se la plantaba en el terroir correcto y se la vinificaba a la que te criaste. Fue una audacia de Guillermo Barzi –Bodega Humberto Canale– instalarla entre los vinos blancos finos, cuando sacó su primer Semillón del Alto Valle de Río Negro. La misma bodega presentó el año pasado una etiqueta con paso por madera, un blanco memorable, muy lejos del de las viejas cantinas.
Ya pasaron más de 30 años desde aquella hazaña de Barzi que, sumada a la demanda de diversidad y a la puesta en valor de los blancos, inspiró a las bodegas mendocinas a elaborar vinos de calidad con esta uva, como el Tomero Reserva, de Carlos Pulenta, o el de Mendel. El mes pasado, Santi Mayorga presentó la línea Patrimonial, de Nieto Senetiner: su Semillón es un blanco fresco y elegante que refleja el terruño y habla de la recuperación de nuestro patrimonio. El elaborado por Sebastián Zuccardi en la línea Polígonos está muy bien, tiene estructura, es expresivo y filoso.
Según viejos viñateros, era una práctica común mezclar Malbec y Semillón. Eran uvas históricas de toda la vida, simplemente estaban allí, como el sol, o el aire. Primavera Negra un vino natural de la bodega Polopuesto, es un Malbec de cosecha temprana con un toque de Semillón, una reivindicación histórica del estadounidense Pol Andsnes con notables resultados, ligero y expresivo, raro, como encendido.
Según viejos viñateros era una práctica común mezclar Malbec y Semillón. Eran uvas históricas de toda la vida, simplemente estaban allí, como el sol, o el aire.
También volvió el Torrontés, nuestra auténtica variedad nacional originada en un revolcón de la Criolla Chica con la Moscatel de Alejandría. El mito dice que un tal Capitán Garzón la trajo de España y la plantó en Nonogasta, La Rioja, en 1611. En todo caso, aquí se convirtió en un blanco salvaje con aromas a flores silvestres y recuerdo a Moscatel. Hoy varios Single Vineyards expresan un carácter más cítrico y menos frutal gracias a hacedores como Alejandro Pepa, y Paco Puga, que deciden cosechar antes las uvas. Aunque siempre compro en el chino el Etchart Privado, reconozco que hay extraordinarios Torrontés: glorioso el que hace el Ale Pepa, blend de dos viñedos, de Cafayate y Chañar Punco, Catamarca.

También el Amalaya, con toque de Riesling, de excelente relación calidad precio y el de Colomé, un viejo seductor. O el Olympe, de Bodega Alta Vista, elaborado con uvas de Pucará, Salta. Extraordinario.
Del Valle de Uco llegan más vinos que desafían su carácter y potencial, uno de ellos, el Signature Torrontés, de Susana Balbo.
Hasta el sur más extremo viajó la Torrontés: Bodega Otronia sembró esta uva en Sarmiento, Chubut y hace un par de meses pude probarlo en una versión diferente, que ensalza otras características de la uva patria: “como un cuchillo, como una flor, como absolutamente nada en el mundo…” diría Saroyan.
Celebro que Santa Julia 2020 Nacional, a base de Semillón y Torrontés, y el Histórico DV Catena Semillón Chenin 2019 rindan homenaje a estas variedades de identidad argenta, igual que El Regreso, de la Liga de los Enólogos, del grupo Peñaflor, blend de Semillón y Chenin creado por jóvenes enólogos de distintas regiones argentinas.
Si hablamos de tintos, la Criolla resurgió para quedarse. Notable la de El Esteco, también Cadus Signature Serie 2017 firmado por Santi Mayorga; Proyecto Las Compuertas, de los Durigutti, que recupera su esencia ancestral; y Cara Sur, de Barreal, Valle de Calingasta, en San Juan, una iluminación de Sebastián Zuccardi y Francisco Bugallo.
A la Garnacha la había oído nombrar de chica, como integrante de vinos comunes; la redescubrí en todo su esplendor año a año en España, especialmente en algunos vinos del Priorato, esa denominación catalana que hasta hace algunos años era moda absoluta, con sus vinos carnosos, estructurados, oscuros, con mucho alcohol. Algunos me siguen gustando.
Ahora hay varietales o blends de Garnacha, protagonista en los vinos catalanes y del sur de Francia (Grenache), que por aquí tuvo sus momentos de gloria. Se la conocía como uva pop, que servía de base para vinos de damajuana. A la Garnacha la había oído nombrar de chica como integrante de vinos comunes, y la redescubrí en todo su esplendor en España, en los vinos del Priorato, tintos estructurados, con mucho alcohol. Hace unos años reapareció esta cepa con su nombre francés en la etiqueta: el DV Catena Malbec-Grenache me recuerda algo al Pinot Noir, pero respaldado sobre la fruta fresca del Malbec. Me pareció un acierto La Gran Nacha, blend de Garnacha Tintorera y Syrah, de la Liga de Enólogos. De Ver Sacrum me deslumbró el blend de Garnacha y otras uvas mediterráneas. Todavía no vi ninguno elaborado a base de Garnacha Peluda. Existe… •