Texto y Fotos María De Michelis. Ilustraciones de Marcia Cabezas.

Acantilados de cara al Atlántico furioso. Campos verdes y huertas multicolores. Un pueblo rico en cultura y una cocina en la que el producto manda. Todo invita a recorrer la tierra donde los celtas dejaron su legado y su magia.

galicia-gastronomicaaviotas escandalosas sobrevuelan el puerto de La Coruña donde el mar brilla como si se hubiera tragado el sol. Hay una luz de verano en la ciudad de construcciones modernistas en la que las galerías y balcones pintados de blanco encandilan. Desde la Revolución Industrial, familias nobles y empresarios de la burguesía catalana instalaron fábricas de conservas en La Coruña y fraguaron la “Ciudad de cristal”. Tantos miradores vidriados hacen sospechar que en este lugar las crisis de cualquier tipo pueden afectar a todos los gremios, menos a los cristaleros. El clima invita a caminar. A recorrer la plaza María Pita y descubrir la fachada gótica de la iglesia de Santiago Apóstol –Siglo XII–, donde recobran aliento peregrinos que transitan el Camino Inglés, uno de los seis itinerarios principales del Camino de Santiago. Y mientras los caminantes estiran las piernas, las cámaras de turistas de todo el mundo apuntan y disparan a la escultura de Santiago Matamoros.
Hace calor pero el aire se hace brisa al salir del casco histórico hacia el Jardín de San Carlos. Punto clave para disfrutar del panorama del puerto, la Torre de Hércules, los restos de la muralla de la ciudad, el Castillo de San Antón. Y más allá, el serpenteo de las Rías Altas y el mar. El agua es la constante que se entremete en el paisaje de acantilados y rías, en la música marinera y en la cocina gallega, que no escamita ni sabor ni cantidad. Galicia es exagerada. Aquí, tapear es humano, comer a lo grande, divino.
Apertura: Pimientos de padrón, unos pican y otros non.  Aquí:  1| Los acantilados de Costa da Morte.  2| Anchoas fresquísimas en el mercado de Santiago de Compostela.  3| El impresionante botafumeiro de la Catedral de Santiago.  4| San Andrés de Teixido.  5| Percebes y Albariño. Para qué más.  6| La Coruña y sus galerías vidriadas.  7| Redes en el puerto de El Ferrol.

Gira mágica y misteriosa

Por la autopista AP-9, la postal de bosques montañosos y las rías de Cedeira, Ares y Hortiguera se diluye en aldeas de iglesias con techos de pizarra y casas con sus horreos de piedra donde se guardan las cosechas. La Sierra da Capelado es hogar de pájaros y vacas rubia gallega que se recortan en el verde. O los mil verdes gallegos: la lluvia tiene sus ventajas.
El paisaje se prolonga hasta San Andrés de Teixido, un pueblito de 50 habitantes donde la superchería derivada de la mitología celta que perdura en La Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra, las cuatro provincias gallegas, manda acopiar ramilletes de teixo –según los druidas protegían de las tormentas–, comprar hierba de namorar y figuras de miga de pan para el mal de ojo. Cumplimos al pie de la letra. Por la suerte, por la fe o por las dudas.
Una parada en Taberna Hermanos para comer percebes, esos moluscos que parecen pezuñas de cabra y que nos sirven en con Albariño bien frío, dilata la partida hacia Ferrol.
“En Ferrol se habla menos gallego que en el resto de Galicia, por tratarse de un puerto y base de regimientos militares”, dice Daniel López, el chef propietario del restaurante O Camiño do Inglés, mientras despacha dumplings de cerdo y chocos (suerte de calamar), kebab de pulpo, lomo de ternera y jurel con pesto de lechuga de mar. Platos que ilustran su cocina de influencias.
“Todavía quedan algunos uniformados en Ferrol que el 20 de noviembre, día de la muerte del dictador, le rinden homenaje”, cuenta el cocinero. Y mientras ellos veneran la estatua de Franco, la gente le tira huevos. Las dos Españas enfrentadas en la memoria de esas cuatro décadas negras que habían impuesto a este sitio el nombre “El Ferrol del Caudillo”.
Nuestra ruta continúa hacia Betanzos. Fue en el siglo XV cuando el rey Alfonso VIII de Castilla la declaró formalmente “villa” y entonces las iglesias, como la de Santo Domingo (barroca), la de Santiago (gótico tardío) o la de San Francisco, cuya cruz convive con la imagen de un jabalí, se multiplicaron como los panes. Pero no sólo de iglesias y de panes vive la fama de Betanzos: acá se preparan las mejores tortillas de Galicia. No nos vamos sin probarlas para confirmar la fama o matar la gula. Galicia se devora a cada paso.

1| Gaitas y chucherías en San Andrés de Teixido.  2| Peregrinos llegan al casco histórico de Santiago de Compostela (declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad) en busca de su certificado.  3| Empanada gallega, en el restaurante Culuca.  4| Gaitero, en Finisterra.

Los vinos

Galicia tiene una respetable historia vitivinícola tan misteriosa como la esencia de su pueblo. Hay cinco DO de vinos en Galicia. Las dos más famosas: Rías Baixas (reino del Albariño) y Ribeiro (Albariño, Treixadura, Torrontés y Loreiro). La tercera es Valdeorras (Godello en blancos y Mencía en tinto). Monterrei y Ribeira Sacra son las dos últimas. Visitamos, cerca del pueblo Ribadavia (sí con b), la bodega Viña Costera, que se sostiene con la producción de 600 socios que aportan la uva cosechada a una cooperativa. De la vendimia manual se obtiene un vino espumoso, el dulce Tostado de Costeira y los blancos Colección Costeira y Viña Costeira, íconos de la mayor de las setenta bodegas de la Ribeira Sacra.

Qué comer en Galicia

  • El pulpo a feira (se comía en las ferias tradicionales, cocido en olla de cobre y acompañado con cachelos, papas hervidas con cáscara y aceite de oliva).
  • El lacón –cerdo– con grelos. Los pescados con ajada (ajo y pimentón).
  • La empanada gallega, si es de zamburiñas –vieiras chicas– como la que sirven en el restaurante Culuca, mucho mejor.
  • Los panes  –no hay como los de Orense–, de costra firme e interior aireado.
  • Los quesos (el más representativo, el de tetilla, de vaca).
  • La papa en cualquiera de sus formas.
  • La tarta de Santiago. Hecha con almendras, huevo, azúcar y manteca.

1| y 2| Rodaballo y  Gambas, en el restaurante Pallabarro.  3| Empanada gallega, en el mercado de Santiago.  4| Queso tetilla.  5| El pan de Orense, el mejor de Galicia.  6| Pescado, en el mercado de Santiago.  7| Elogio del cerdo (Santiago).  8| Vendedora, en el mismo mercado.  9| Lechugas moradas (Santiago).
La escenografía cambia en la Costa da Morte: su nombre delata la peligrosidad de este lugar donde se construyó Cabo Vilán, el primer faro eléctrico de España, una majestuosa torre de granito rosado. En esta costa salvaje, el viento y la furia del Atlántico tallaron la pedra de abalar de Muxía, una roca gigante sobre la que todo el mundo se anima a hacer equilibrio y a pedir un deseo. Las olas de ese mar arbitrario que lleva y trae vida pueden alcanzar más de 20 metros, un buen motivo para que los pescadores se encomienden a La Virgen de la Barca. Más allá, en la geografía de acantilados de Finisterra, donde se acababa el mundo antiguo, los peregrinos que ya alcanzaron la meta de Santiago de Compostela esperan encontrar un nuevo destino y apenas llegan queman sus ropas al borde de los arrecifes. Nunca falta el sonido de una gaita para ponerle música a la escena. Adiós vieja vida, adiós.
Lejos del vértigo de los acantilados y de la espiritualidad peregrina, la Lonja de Finisterra se prepara para la subasta de pescados. Cuesta 1 euro entrar al galpón donde el subastador cotiza el producto que esta madrugada llegó al puerto. Pesca artesanal que depara kilos y kilos de sargo, rodaballo, trilla, rape, congrio, bruja, merluza. Brillo de escamas y de ojos, colores vivos. Pescados fresquísimos con olor a mar. Más tarde probaríamos parte de esas maravillas en el restaurante Tira do Cordel junto a un plato de navajas que duraría en la mesa lo que un suspiro.
1| Subasta de pescados en la Lonja de Finisterra.  2| Guindas, papas y brócoli, en el Mercado de Santiago de Compostela.  3| De compras, en el mismo mercado.

Santiago y más allá

En bici o a pie, los peregrinos copan el casco histórico de Santiago de Compostela, al que llegan por la Rúa dos Concheiros rumbo a la Catedral. En cada callecita hay flechas y esas típicas figuras de vieira, la concha marina que protege a los caminantes desde la época de la Inquisición indicando el camino correcto.
Son las 12 en punto y en la Plaza de la Azabachería, músicos ambulantes vestidos de negro y cara de circunstancias anuncian que está por comenzar la Misa del Peregrino. Un enjambre de gente de todo el planeta se concentra en la nave principal para participar de la ceremonia donde ocho jóvenes con túnicas bordó sueltan las sogas que antes sostenían el botafumeiro. Ahora una nube de incienso purifica el ambiente y lo vuelve irreal.
Mientras los peregrinos que gastaron zapatos en el Camino de Santiago se dirigen a la Oficina Municipal para recibir su certificado, los turistas merodean por el casco histórico. La Plaza del Obradoiro, donde funciona el Parador de los Reyes Católicos que le da de comer gratis a los 10 primeros peregrinos que llegan a la meta. La Casa de la Troya (albergue estudiantil). La Plaza de la Inmaculada. La Plaza de la revolución y la Universidad de estilo renacentista, la más antigua de España después de la de Salamanca.
Nos queda corto el tiempo en este lugar. Llegar a Santiago es más fácil que abandonarlo, pero nuestra ruta sigue hacia Orense. A pleno sol, gallegos y turistas entrados en carnes o en años se dan un baño en la piscina pública con aguas termales, tan valoradas por los romanos en el siglo XII.

La cocina gallega

Es  el elogio del buen producto, que en el Mercado de Abastos de Santiago tiene su mejor vidriera. De lunes a sábado por la mañana 140 comerciantes del área rural y la ciudad proveen un repertorio de ingredientes cultivados y cosechados por paisanas, muchas de ellas pimenteiras de la aldea Hervon, famosas por sus pimientos de Padrón (unos pican y otros non). El 60 por ciento de los pescados y mariscos de Santiago se vende aquí. Para no perderse: la pescadería de Bartolo (en el local 189) y los puestitos donde se consiguen guindas de Orense.

1| Peras verdes y jugosas. (Santiago).  2| Feria medieval en Orense.  3| Flores de primavera (Santiago).
De la escena de Rubens a la gallega pasamos al casco histórico, vestido de Feria Medieval de domingo. La atracción de los puestos de artesanos compite con los pasacalles, músicos de a pie que recrean melodías medievales con gaitas, panderetas y flautas. Pero nada atrae como los actores gallegos y portugueses de la compañía Asociación de Teatro y Otras Artes que, alrededor de la fuente de Plaza do Ferro, susurran poesías de Rosalía de Castro. Cantan fados o aires gallegos. Emocionante adiós para continuar hasta Pontevedra, donde nos espera el perfume de rosales frente a las ruinas de la iglesia de Santo Domingo. Los barcitos de la Plaza do Teucro, a la sombra de los naranjos. El crucero gótico de la plazoleta Cinco Calles. El almuerzo en el restaurante Eirado da Leña, del chef Iñaki Bretal, representante de Nove –la nueva cocina gallega– donde probamos un delicioso bocado de sardinas con frutillas.
Pontevedra es la Praciña das cinco ruas y el espíritu de Valle Inclán. La plaza de toros donde aún se hacen corridas. La Universidad de Bellas Artes. La plaza del Pan, y el fin del recorrido por la Galicia histórica, sabrosa y vital.

Datos Útiles

Cómo viajar
Iberia Líneas Aéreas tiene dos vuelos diarios a Madrid. www.iberia.com

Dónde comer
• Restaurante Culuca. Av. De Arteixo, 10 baixo. La Coruña. +INFO
• Bocanegra. Rúa de Rego de Auga, 35. La Coruña.
O Camiño do Inglés. Rúa de San Francisco, 17. Ferrol. +INFO
Tira do Cordel. Lugar de San Roque, 2. Finisterra.
 Carretas. Rúa das Carretas, 21. Santiago. +INFO
 Pallabarro. Rúa Sur, 1. Allariz. Orense.
Eirado da Leña. Praza da leña, 3. Pontevedra.

Dónde dormir
• Hotel NH Atlántico. Xardins de Méndez Núñez, sn. La Coruña. +INFO
• Hotel Virxe da Cerca. Rúa Virxe da Cerca, 27. Santiago.+INFO
• Parador de Santo Estevo. Santo Estevo de Ribas de Sil, sn. Orense.