Me emociona San Juan, la ciudad y sus grandes parques arbolados, las altas palmeras. La extrema amabilidad de su gente. Y cada vez me  gustan más estos vinos raros, fragantes y encendidos.

El destape vino de la mano del Syrah, con vinos para cotidianeidades como aquel famoso Callia, que hiciera furor hace una década en los 100 barrios porteños, especialmente en Palermo. Era el vino que consumían psicoanalistas, escritores y amantes de los vinos que acompañan días y noches sin que sea necesario vender el alma. Esos vinos perdieron algunas de sus virtudes. El Syrah empezó a deslizarse hacia el rincón donde duermen los recuerdos. Aquí y en el mundo. Sin embargo sigue siendo una de mis variedades preferidas. El Gran Syrah, de Finca Las Moras es el mejor varietal argentino elaborado con esta uva, un blend de los tres valles del vino sanjuanino: Tulum, Zonda y Pedernal.

Acabo de llegar de un fugaz viaje a la provincia por haber sido invitada a San Wine, una fiesta de vinos y música en una finca sorprendente, en el Valle del Zonda. Me reencontré entonces no solo con algunos de los exponentes más valiosos sanjuaninos. Impresiona la diversidad de uvas que nacen en estos soleados valles sanjuaninos: el de Tulum, donde se encuentra la mayor concentración de bodegas, el conmovedor paisaje del Valle del Zonda, donde nacen las uvas Malbec y Syrah, y, especialmente, El Pedernal, a más de 1400 mts de altura, lugar que da vinos intensos y fogosos. A San Juan se la conoció siempre por su gran producción de vinos comunes. La centenaria Graffigna, ahora perteneciente a Pernod Ricard, durante mucho tiempo era la única en elaborar vinos finos en la provincia. Santiago Graffigna, su vino ícono, está a la altura de los mejores ejemplares argentinos. Sus uvas vienen del Pedernal, ese alto valle cuyo suelo está conformado por piedras de sílice. Al golpearlas entre sí crean una lluvia de chispas que, según las leyendas locales, fueron utilizadas por los huarpes para producir fuego. De allí vienen también esa colección de vinos, Pyros, fogosos y chispeantes. Es una nueva marca de Salentein, vinos que tendrán un establecimiento propio pero se elaboran por ahora en Callia, la otra bodega del grupo. Quien lo prueba en sus diferentes versiones, irremediablemente se convierte en piro maníaco, la rara fascinación del fuego. Otro vino deslumbrante, en este caso Malbec puro: Sagrado El Pedernal Malbec 2010, potente, casi exótico. También de Finca Las Moras.

San Juan es tierra de blancos, me jura Hugo Carmona, un apasionado ingeniero agrónomo que conoce palmo a palmo, vino a vino cada uva de su provincia. Y la variedad que mejor se da es Viognier, enfatiza Carmona, quien la define como la Syrah blanca. No pregunto por qué. Recuerdo hace unos años un Viognier fresco de Ampakama (Casa Montes) probado en Ischigualasto, el Valle de la Luna y sus desmesurados escenarios. Nada mejor para la sed del desierto, para ese solazo. Los vinos de San Juan merecen ser más conocidos, reconocidos y codiciados. San Wine, esta fiesta de iniciación al vino especialmente diseñada para jóvenes sanjuaninos, ayuda, igual que otras iniciativas similares, pero la provincia debe ajustar su oferta turística, pobre en propuestas gastronómicas, como sucedía hace unos años en Mendoza, transformada ahora en destino soñado para los amantes del vino de todo el mundo.
De todos modos Volveré siempre a San Juan, como me recuerda la Negra Sosa. A sus montañas, sus siestas, sus soles y sus vinos.