Intensos vinos del norte argentino
En dos recientes y raudos viajes a La Rioja y a Jujuy descubrí otros paisajes del vino.
En la Rioja revisité, después de años, Chilecito y alrededores y descubrí deslumbrantes escenarios donde crecen viñas, olivos y nogales. En primer lugar San Huberto (foto), en Aminga, en la localidad de Castro Barros, la antigua bodega de la familia del que te dije. Además de Torrontés en dos estilos, elabora lo que fuera el primer Petit Verdot varietal, Nina. Al día siguiente otro sitio, mágico y misterioso Chañarmuyo, en el Valle de Famatina, propiedad de un empresario correntino. Allá se levanta un hotel boutique exquisito con una arquitectura minimalista integrada al paisaje.
Curiosamente en estos viñedos de altura, cuidadísimos, no plantaron Torrontés, como blancas solo Viognier y Chardonnay, pero elaboran un Tannat algo salvaje, raro y encendido. Un proyecto audaz de vinos de altura con uvas orgánicas. El enólogo asesor es Luis Barraud, el antiguo y sabio propietario de Cobos, bodega ahora en manos de Paul Hobbs. Vinos diferentes, con una elegancia distintiva, como el Cabernet Sauvignon o el blend tinto que deslumbran a quienes visitan este lugar luminoso. Recién este año se están conociendo en el mercado interno. Valle de La Puerta, en Chilecito, es otra bodega relativamente nueva, que produce buenos vinos desde hace unos años, con la conducción de Javier Collavatti, ingeniero agrónomo y enólogo, un joven inspirado que además de Torrontés elabora otros tintos como Syrah, Malbec y un blend. A su vez Collovatti tiene un proyecto propio, sus vinos te cuentan un lugar y una historia, como deberían hacerlo todos los vinos. La Cooperativa Riojana, en Chilecito, es un mega emprendimiento que reúne más de 450 productores. Sigue creciendo, innovando y exportando. El Torrontés en La Riojana tiene muchas caras: el más austero y despojado es Raza.
Otra aventura en otra latitud: Quebrada de Humahuaca, que cuenta con una Indicación Geográfica con su mismo nombre y se encuentra entre las regiones más altas del mundo para la producción de uvas y elaboración de vinos. Las altitudes van desde los 2094 msm en Tumbaya hasta un pequeño valle llamado Moya, cercano a Chucalezna que asciende hasta los 3329 msm.
Allí subí a 4000 metros para una rara ceremonia: estibar vinos en una mina abandonada, en las cavernas de la Mina Moya.
Los vinos son el producto de una loca pasión, la de Claudio Zucchino, biólogo, filósofo y muchas cosas más. Fue ahora, en agosto, el mes de la pachamama. Junto a Marcos Etchart, enorme enólogo, en más de un sentido, es el hacedor de los vinos de Zucchino y los grandes vinos de Fernando Dupont, pionero en la región.
Homenajeamos a la madre tierra alimentándola con chicha, cerveza, vino, mis Parisiennes y otros yuyos. Y brindamos, allá arriba, con Uraqui, terruño en aymará, un corte de Malbec Syrah y Merlot, que proviene de viñedos situados apenas más abajo. En ese inmenso, desmesurado paisaje del techo del mundo, ese vino, tanto como los otros vinos jujeños de Fernando Dupont, de Tukma y de una mínima bodega, Viña Del Perchel, asesorada por Gabriela Celeste y comandada por su propietaria, una sabia campesina del lugar, supieron a gloria. Aromas a fríos intensos y a soles ardientes. A piedras y abismos. Huelen y saben a soledad. Porque la soledad tiene muchas caras, algunas de ellas tan deslumbrantes como este paisaje. Les pegan las gastronomías del lugar: quinoa con charqui, picante de lengua, empanadas ardientes, entre otros bocados de esta parte del mundo.