Lo mejor de dos mundos

por | Jun 18, 2017 | Bebidas, Bodegas

Cheval des Andes –fusión entre Château Cheval Blanc y Terrazas de los Andes, del grupo Möet Hennessy– presentó su añada 2013. Viajamos a Mendoza para probarla.

Las viñas están yermas. No hace tanto terminó la cosecha y el sol es un vago recuerdo de otros soles. Mayo le quita estridencia al paisaje de Las Compuertas, un terroir excepcional a más de mil metros sobre el nivel del mar, en Luján de Cuyo. No es raro que Pierre Lurton, presidente de Château Cheval Blanc –uno de los más prestigiosos châteaux en el mundo– y del mítico Château d’Iquem, haya decidido plantar bandera en este lugar hace una década. El francés había quedado cautivado por la idea de establecer una conexión con el pasado de Saint Émilion, al descubrir en Argentina plantas de Malbec prefiloxéricas de más de 80 años y le resultaba tentador lograr un blend surgido del cruce entre la nobleza de Cheval Blanc, Premier Grand Cru Classé A de Bordeaux, con los mejores terruños argentinos. De su buen olfato y su pasión por los vinos fuera de serie nació Cheval des Andes.

De la planta a la copa

El enólogo de la bodega, Nicolás Pasquini –joven italiano que trabajó en la Toscana, en Bordeaux y en Napa Valley– nos propone un paseo en jardinera. La idea es recorrer las viñas con sus colores de otoño para probar los varietales recién nacidos en las distintas parcelas de donde provienen las uvas que les dieron sustento. Allá vamos, unos cinco periodistas, en esa suerte de sulky enorme a conocer los secretos de la cosecha de Cheval Blanc 2017. Pasquini nos conduce por las 50 hectáreas del viñedo, catando copa a copa el vino deconstruido en los tres varietales que lo conforman. Malbec, Cabernet Sauvignon y unas gotitas de Petit Verdot. A veces, Cabernet Franc o Merlot. Depende del año, dice Nicolás. Cada uno en distintas expresiones y resultados. Algunos integrarán el blend, otros quedarán en el camino por no estar a la altura de Cheval, por no representar su estilo o por ser planos e intrascendentes. Propotipos de caballos demasiado salvajes o demasiado sumisos. Ninguno de raza.
El paseo confirma cómo el resultado final depende de un minucioso trabajo: la administración del riego, el control de la canopia, la cosecha –siempre manual–, en la que la selección de las uvas es cosa seria. Aquí, en el viñedo, están las claves para lograr no un tinto de calidad sino un Grand Cru del Nuevo Mundo.

Cheval des Andes 2013

No hay buen vino sin buena añada y la del 2013 fue extraordinaria. La probamos en el Wine Lodge, con el cordón del plata como telón de fondo. Cheval des Andes está mejor que nunca. Es un vino de color intenso y aromas florales característicos de los mejores Malbec, más la maduración exacta del Cabernet Sauvignon. Potente, tiene densidad y concentración, y a la vez es fresco. Con taninos de seda, acidez precisa, la estructura de estilo francés –esa sutil elegancia– y el toque vibrante y complejo que aporta el Petit Verdot. Para tomar hasta la última gota.
La hora del hambre nos encuentra todavía acomodados en los sillones del Wine Lodge. Momento de sentarnos a la mesa y disfrutar de una copa de Baron B Brut Rosé 2014, color piel de cebolla y aromas delicados que se lleva bien con los tortellini de trucha, hongos y parmesano. Cheval des Andes 2013 acompaña el plato principal: bondiola de jabalí ahumada, batatas y vegetales baby. Un acuerdo difícil, el ahumado tapa aromas y sabores. En cambio, los quesos hacen buenas migas con el Château Cheval Blanc 2006, intenso y hondo, de una gran complejidad.
Cuando llega el postre –tarta de calabaza, chocolate blanco, limón, sorbet de membrillo– sirven un elegante Krug Grande Cuvée.
Final de juego con burbujas y atardecer en las viñas. La última yapa de Mendoza.