Trigo transgénico
Pan para hoy
PROBLEMAS PARA MAÑANA
Publicado por Fernanda Sández | Jul 1, 2022 | Soberanía alimentaria |


Con la aprobación del Trigo HB4 Argentina lleva la discusión sobre los transgénicos y sus venenos asociados a un nuevo nivel: por primera vez, un grano genéticamente modificado y resistente al glufosinato de amonio llegará a nuestra mesa de todos los días. Panaderos, cocineras e investigadores alzan sus voces y en esta nota explican por qué.
as palabras quieren decir una cosa y la otra. Yo hablo de la otra. Así comienza un hermoso poema llamado “Llover” y así podría comenzar también la historia de la última aventura argentina en materia de organismos genéticamente modificados. Básicamente, porque detrás de este nuevo trigo de nombre galáctico (HB4, desarrollado por la empresa Bioceres en sociedad con la bióloga Raquel Chan, investigadora del Conicet y la Universidad del Litoral, y presentado como la panacea contra el hambre en el mundo) hay bastante más que resistencia a la sequía. En efecto, detrás de su aún no suficientemente demostrada tolerancia al estrés hídrico se esconde la otra resistencia, la que en verdad importa para el agronegocio: su capacidad de sobrevivir al glufosinato de amonio, más tóxico que el archi conocido glifosato.
A Germán Torres, que no duda en autodefinirse como “panadero” y desde la panadería La Valiente da batalla en defensa de las harinas agroecológicas a las que define como “de calidad”, lo que le preocupa es todo eso que desde la ciudad nunca se ve. Y aclara: “Lo que hoy a mí me preocupa es saber que ahora se va a envenenar mucho más el campo, los suelos. Se va a fumigar mucho más, y la gente va a estar mucho más expuesta a todo eso. Ojo, yo voy a seguir haciendo lo que sé, que es amasar mi pan con harina noble, con agua y con sal. Pero va a ser muy difícil que lo otro no nos termine llegando, porque todo se muele en los mismos molinos. Yo conozco a todos los productores que trabajan conmigo, que hacen harinas agroecológicas y orgánicas. Y, sí: están preocupados”, cuenta.
Por su parte, la cocinera Perla Herro, referente de Slow Food Argentina, subraya la necesidad de abordar la dimensión ética de la cocina. “Es importante pensar qué es lo que estamos cocinando, de dónde viene, quiénes son las personas involucradas en eso que estamos preparando. Conceptualizar la cocina y entenderla como lo que es: un espacio de resistencia. Creo que hay que hacer campañas informativas potentes para que las personas sepan que vamos a tener un trigo con un riesgo enorme para nuestra salud y la del planeta. Y también hay que dejar de repetir que van a venir millones de dólares o de que se va a parar el hambre en el mundo, tenemos más de treinta años con esta historia de los transgénicos y nunca nada de eso ocurrió. Debemos ser claros y plantear desde todos los ámbitos (ciencia, educación, economía) que esta es una batalla que tenemos que dar todos y todas”, sostiene.
En el mismo sentido se expresa Walter Pengue, ingeniero agrónomo, doctor en Agroecología por la Universidad de Córdoba y una de las primeras voces en alertar, hace más de veinte años, sobre las implicancias que tendría para la salud humana y ambiental un modelo de producción basado en semillas modificadas genéticamente para hacerlas tolerantes a diferentes agrotóxicos. Hoy, el doctor Pengue advierte sobre el veneno asociado a este nuevo trigo, explicando que el glufosinato de amonio “es una sustancia prohibida en varios países y sobre la que la Unión Europea tiene muchos resquemores. Hay estudios que comienzan a mostrar posibles efectos en la salud tanto humana como ambiental. Ya han aparecido incluso malezas que resisten la aplicación de este químico, lo que podría generar un fenómeno de resistencia mayor incluso al que terminó provocando el glifosato. Hoy la historia vuelve a repetirse.”
“El glufosinato de amonio es una sustancia prohibida en varios países y sobre la que la Unión Europea tiene muchos resquemores. Hay estudios que comienzan a mostrar posibles efectos en la salud tanto humana como ambiental. Ya han aparecido incluso malezas que resisten la aplicación de este químico, lo que podría generar un fenómeno de resistencia mayor incluso al que terminó provocando el glifosato. Hoy la historia vuelve a repetirse.” WP
Comer a ciegas
“Más bueno que el pan”, “un pan de Dios”, “el pan nuestro de cada día” y muchos otros lugares comunes hablan de esa mezcla de harina, agua y sal como sinónimo de algo en lo que se puede confiar. Como si en una hogaza no hubiese espacio para la mentira ni para el escondite, el pan aparece en todas las culturas libre de todo mal. Pero, ¿y ahora? ¿Ahora que el trigo transgénico crece ya en unas 55.000 hectáreas de Argentina y puede ser asperjado a repetición y sin morir con un agroquímico catalogado por la Universidad de Hertfordshire como “neurotóxico y con efectos en el desarrollo y en la reproducción”? Luego de la activa oposición por parte de las cámaras de trigueros y panaderos de países importadores de trigo argentino como lo es Brasil, ¿qué podría suceder? Para Pengue, lo más probable es que pase lo que ya pasó con la soja transgénica, que estuvo prohibida en ese país por algún tiempo hasta que la semilla terminó cruzando la frontera y –miles de hectáreas sembradas después, ante el hecho consumado– el gobierno brasileño no tuvo más remedio que autorizarla. De todas maneras, Brasil, el principal comprador de trigo argentino, aprobó, no la importación de semillas sino de harina de trigo HB4 producida en nuestro país.
El punto es que, más allá de lo que suceda campo adentro, el resultado será siempre el mismo: la harina que consuma la mayoría de la población en forma de panes, pizzas y pastas, dentro de un tiempo habrá sido elaborada con un trigo “de laboratorio” resistente a un agroveneno al que ya el fallecido investigador Andrés Carrasco había catalogado como “el sucesor del glifosato.” “El glufosinato en animales se ha revelado con efectos devastadores. En ratones produce convulsiones y muerte celular en el cerebro. Con claros efectos teratogénicos (malformación en embriones).
Todos indicios de un serio compromiso en el desarrollo normal”, le advirtió al periodista Darío Aranda, poco antes de morir.
Tal vez por eso son los que se dedican de lleno al pan, como Olivier Hanocq, de la panadería L´epi, quienes más se sensibilizan frente a esa quimera llamada HB4. “No sabemos qué va a pasar con la naturaleza ni con nuestra salud frente a esta semilla “con pichicata”, como dicen ustedes acá. No hay experiencias previas, vamos a estar comiendo a ciegas y sin ninguna necesidad, porque tenemos granos originarios y buenos trigos, y mejores harinas. ¿Cuál era la necesidad de este trigo?¿Para qué? ¿A quiénes les sirve realmente todo esto?”, se pregunta. Y aclara: “yo no me opongo a los avances, ni a la mejora de los cultivos. Pero la llegada de este trigo no es una buena noticia ni para Argentina ni para los consumidores.
Mientras en Twitter Bioceres hace un elogio del Trigo HB4, porque “permite disminuir el uso de un recurso valioso como es el agua”, el colectivo de científicos y referentes ambientales Trigo Limpio señala en la misma red las consecuencias ambientales, de pérdida de patrimonio genético y soberanía alimentaria que resultan del agronegocio. @TrigoLimpio10
Hanocq fue partícipe de una campaña contra este trigo que involucró a gastronómicos de todo el país. Panaderos como Francisco Seubert –Atelier Fuerza–, o Germán Torres –La Valiente, y chefs de la talla de Mauro Colagreco, Fernando Trocca, Felicitas Pizarro, Julieta Oriolo, Pamela Villar se sumaron a esta iniciativa que se viralizó en Instagram bajo el hashtag #connuestropanno.
“Después de la campaña, salieron algunos ingenieros agrónomos a protestar porque muchos cocineros denunciamos esto, pero es lógico porque ellos están defendiendo su negocio. Pero para nosotros eso no puede estar por encima de la salud. Uno tiene que comer con confianza y no a ciegas. Yo, como panadero y en medio de esta transformación, creo que necesitamos hacer algo mejor para todos. Y para eso tenemos que saber qué compramos, qué comemos, cómo fue hecho. Nosotros hacemos masa madre, trabajamos sin aditivos, “sin pichicata”. Somos naturales y a la gente, en general, le gusta que estemos alertas frente a lo que está pasando”, dice. Y lo que está pasando es grave, es peligroso y, sobre todo, innecesario. El agronegocio, avanzando en oleadas a lo largo de décadas, acaba de plantar bandera nada menos que en el corazón de nuestra mesa. Junto ahí, panera adentro. Pero tal vez el pan sea, también, una suerte de límite. Un “hasta aquí”. La frontera aquella que nunca debió haberse cruzado. •