Matías Michelini ahora también produce vinos en La Matilde, un paraíso biodinámico en Córdoba. De todos, el Tannat es el más soprendente. Las sierras le dan el nombre. El terruño, la identidad.
La Matilde, Comarca Biodinámica, es una propuesta global que incluye huerta, olivos, viñedos, cabras, caballos y una posada espectacular, con arquitectura sustentable: una casona de de adobe, donde se rescata la labor de los artesanos de la zona, coherente con la filosofía. Es el proyecto de un trío de amigos. En esta ocasión fueron mis anfitriones dos de ellos, Pablo Asef y Raúl Mare, apasionados con los primeros resultados de su emprendimiento.
La biodinámica está basada en las teorías del austríaco Rudolf Steiner quien, en la década de 1920 planteó las bases de un nuevo tipo de agricultura que considera a la naturaleza como un conjunto donde prevalece la armonía entre el mundo animal, el vegetal y el mineral. Además, Steiner afirma que los planetas y, sobre todo, la luna y el sol, influyen considerablemente sobre el desarrollo del viñedo. No es un invento de Steiner, son creencias ancestrales que determinaron las prácticas rurales de los primeros agricultores del planeta.
No es fácil, y es costoso llevar al pie de la letra los métodos de la biodinamia. En Argentina, hay algunos emprendimientos certificados (Ernesto Catena, Krontiras, Alejandro Bianchi, un viñedo de Trapiche, y algunas otras bodegas que entran y salen de la biodinamia, difícil de sostener).
A este lugar, La Matilde, lo conocí hace dos años en un viaje junto a María De Michelis. Estaban los viñedos, las cabras, los quesos, la huerta, la posada en plena construcción. El primer vino sólo me resulto pintoresco, como recuerda Asef. Esta vez, en mi segunda visita, La Matilde brillaba como un paraíso inventado, para eternizarse. Y allí estaba el enólogo Matías Michelini, eufórico con el descubrimiento de una región con un área bohemia y mágica, una energía especial. Desde esta cosecha, los vinos los hace Michelini con la ayuda de Germán Masera. Matías se zambulló en el proyecto cuando probó el Tannat elaborado el año pasado con uvas de este mínimo viñedo de 3 hectáreas por una enóloga en una pequeña bodega cercana. No quiso tocarlo, sólo nombrarlo. Una fiesta este tinto, Sierra Roja, el color que toman las sierras al atardecer. Un rojo Xul Solar, quien seguramente hubiera adherido entusiasta al proyecto, con tanto de misticismo, poesía y magia. El vino no nos resultó voluptuoso en aromas pero tiene una muy agradable frescura, buen cuerpo, tensión. Los taninos no desasosiegan, pese a ser tan joven, 2016, están domados, sólo se percibe el carácter Tannat en la textura, aunque es más importante la identidad que le concede este terruño antes que la tipicidad varietal. Michelini, embalado con este Tannat, instaló la bodega bajo un árbol: solo tres huevos de cemento y una prensa. Allí, recién nacidos, pudimos probar un Malbec, un Tannat y un blend de Cabernet Sauvignon, Malbec y Tannat, las uvas con que las que cuenta este mínimo viñedo que ya merece una IG: San Javier, Traslasierra. De los tres, el Tannat sigue siendo el más sorprendente. El vino, los quesos, el dulce de leche de cabra y otros productos de esta tierra palpitante, pueden comprarse en La Pulpería, dentro del predio. La pulpería es austera, flamante, faltan algunos gauchos achispados como los que se ven en la vieja pulpería frente a la plaza del pueblo de San Javier. Ellos no toman el Tannat biodinámico de Michelini sino Coca con Fernet. Eso también es el terroir. ◉