Valladolid

historia, gastronomía y buenos vinos

Fue cuna de reyes y dos veces capital de España y hoy es conocida por su cocina y por los vinos únicos de la región de la Ribera del Duero. Un recorrido por el encantador casco histórico, las bodegas y los bares de pintxos.

Publicado por  | Abr 18, 2023 |  |     

arece una ciudad detenida en el medioevo. Tiene algo de magia y algo de misterio, y es fascinante recorrer sus calles, donde se entremezcla lo contemporáneo –restaurantes y tabernas típicas, mesitas en las veredas y tiendas–, con las construcciones antiguas, que están perfectamente conservadas y el registro histórico de innumerables sucesos, lugares y personajes. Ubiquemos a Valladolid en el mapa: está al noroeste de España, a sólo una hora en tren de alta velocidad desde Madrid, o a dos en auto. Es la comunidad autónoma más grande del país y de Europa, capital de Castilla y León, y entre los datos de los que se enorgullece, están que fue dos veces capital de España y cuna del rey Felipe III.

También tiene el mote de haber sido hogar de Cervantes y su familia entre 1603 y 1606, y fue en la casa que aún se conserva y puede visitarse, que el autor del Quijote dio los últimos toques a su obra maestra. Fue el lugar donde vivió sus últimos días y murió Cristóbal Colón, y aunque no están aquí sus restos sino en la Catedral de Sevilla, el palacio hoy es casa-museo y exhibe piezas y documentos relacionados al descubrimiento de América.

Si hay algo que no puede obviarse en Valladolid, son sus ríos, atravesada por el Esgueva y el Pisuerga en la ciudad, y el mítico Duero más allá.

Si hay algo que no puede obviarse en Valladolid, son sus ríos, atravesada por el Esgueva y el Pisuerga en la ciudad, y el mítico Duero más allá. Particularmente el Pisuerga, además de marcar la geografía de la ciudad, guarda una curiosidad: allí nació el buceo moderno. En 1602, Jerónimo de Ayanz hizo la primera inmersión prolongada de tres horas probando el traje de buzo frente a Felipe III y su corte. La historia dice que el valiente podría haberse quedado más tiempo, pero salió a las tres horas porque el rey estaba aburrido de esperar y pidió que subiera a la superficie.

Una vuelta por su centro histórico tiene pasos obligados, como la Iglesia de San Pablo –imponente, de estilo gótico isabelino, construida entre 1445 y 1616–, perteneciente a la orden de los dominicos, y su famosa Catedral, también conocida como ‘La Inconclusa’, porque nunca se terminó: sus planes originales eran de un tamaño descomunal, y por la envergadura y problemas ecónomicos, quedaron truncos.

De pintxos con nombres creativos y luces multipremiadas

La noche en Valladolid tiene su encanto particular. Gracias a un proyecto conocido como ‘Ríos de luz’, todos sus monumentos, plazas históricas y edificios se iluminan artísticamente, algo que le valió el premio de ser la ciudad mejor iluminada de Europa –¡y del mundo!– en varias ocasiones. Un motivo más para perderse entre sus callecitas cuando cae el sol y salir de pintxos, donde también tienen buena fama y se dice que son de los mejores de España; no sólo por la combinación de sabores, sino por la creatividad de sus nombres.

Esto se puede reconfirmar en pocos pasos, rodeando la Plaza Mayor y empezando por el tradicionalísimo y obligado restaurante Los Zagales –es el que más veces ganó el ‘El Pintxo de Oro’, un concurso nacional–, donde sí o sí hay que pedir el premiado ‘Tigretostón’ –pan negro de centeno, morcilla, crema de queso y cebolla roja confitada– o el ‘Obama en la Casablanca’ –huevo a baja temperatura con crema de champiñón y papa negra deshidratada–. En platos, la ensalada escabechada, y la sopa castellana, son otros de sus hits.

A pocos metros de allí está otro clásico, El Jero, que tiene un pintxo que homenajea al astro argentino: el ‘Messi’ tiene palta, pimientos sobre base de queso Philadelphia, con gamba, ventresca, cangrejo y cebolla crujiente. La vinería Los Pericos es famosa por sus copas –de vino si, pero también ofrecen gran variedad de cervezas– y por los torreznos (tiras de tocino fritas, crujientes y doradas), la oreja a la plancha y el morro guisado; y se come y se bebe en la amplísima barra o en las mesas en la vereda mirando a la Plaza Mayor.

Más platos para poner en la checklist de los sabores de Valladolid: la sopa de ajo –con pan, ajo y jamón–, el lechazo asado –como le llaman al cordero aún sin destetar que es otro clásico– y la gallina en pepitoria. 

Siguiendo el recorrido de a pie, un lugar donde se entremezclan historia, paseo y copas es en el Pasaje Gutiérrez, creado como galería comercial en 1886. Hoy alberga tiendas delicatessen, bares como Piscolabis –un gastrobar con una imponente barra iluminada que invita a tomar un  buen pisco o un vermouth– y es de los únicos tres pasajes en su tipo que quedan en España. Se roba la atención –y alguna selfie– la estatua de Mercurio, dios del comercio, original de la época y puesta en el centro de la galería para darle suerte a los comerciantes.

Por la mítica Ribera del Duero

Y si estamos en Valladolid, el río Duero tiene un capítulo aparte, pero es más que un río: se transformó en la denominación de origen de los viñedos localizados en Castilla y León, que dentro de una franja de su cuenca, dan algunos de los vinos más emblemáticos de España. Por ser una zona vitivinícola importantísima, allí también tiene lugar FINE, la Feria Internacional de Enoturismo de Valladolid –en marzo pasado se celebró su cuarta edición, con más de 125 bodegas y rutas del vino presentes de todo España y también algunas de Portugal y de Champagne, Francia–, única en su tipo. También se creó una ruta llamada ‘La Milla de Oro’, que nuclea experiencias de bodegas, hoteles y restaurantes de muy alta calidad a orillas del Duero. La zona tiene su encanto propio: castillos, torreones, claustros, abadías, monasterios e iglesias con siglos de historia y que se han preservado y puesto en valor como propuestas turísticas donde el vino de la región y sus productos siempre son protagonistas.

Aquí, cuatro experiencias imperdibles

1 | Protos, la pionera

Corría el año en 1927. Once amigos de la infancia que se habían criado en la zona y se unieron para celebrar la herencia vitivinícola, devinieron en viticultores y socios. Tenían el sueño de hacer vinos de calidad, pero también de preservar el patrimonio de esa región única. Terminaron haciendo historia, fundando la primera bodega de lo que luego se reconocería como Denominación de Origen Ribera del Duero. La registraron como marca y comenzó a usarse en 1982, dejando una huella en la viticultura de España. Hoy es la bodega más visitada de toda la zona, con 1400 hectáreas plantadas donde buscan el carácter más puro y fresco de la variedad Tempranillo y la máxima expresión del terroir. Ágora, es su restaurante, winebar y enoteca.

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2 | Abadía Retuerta

Emplazado en un monasterio original del SXII, desde 2012 es un hotel de lujo que pone en valor el patrimonio histórico y la región. Nueve siglos de historia aguardan en este lugar que es un destino en si mismo: una finca de 700 hectáreas junto al río Duero, que es experiencia de bienestar, naturaleza, vino, gastronomía y arte. Posee sólo 30 cuartos donde el patrimonio artístico es parte fundamental -hay obras valiosísimas en toda la propiedad y curan, seleccionan y adquieren nuevas cada año- y su restaurant Refectorio es multipremiado -tiene una Estrella Michelin, dos Soles Repsol y una Estrella Verde-. Su propuesta es, ante todo, ofrecer historias de un lugar que se cuentan a través de un menú, y su reconocido chef ejecutivo, Marc Segarra, se apoya en productos y productores de la zona.

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Abadía Retuerta tiene su propia Denominación de Origen Protegida (DOP), por la tradición que precede a la bodega -con más de ocho siglos de historia-, el trabajo realizado por recuperar un viñedo histórico con prácticas ecológicas, su conocimiento del clima, la gestión sostenible de la viña y el saber anteponerse a los efectos del cambio climático.

3 | Dehesa de los Canónigos

Fundada en el SXIX por 22 monjes canónigos, pasó por varios dueños hasta ser bodega familiar y una de las más emblemáticas de la zona. La finca tiene 500 hectáreas, de las cuales 60 son de viñedos. Un dato histórico: fue la primera finca en plantar vid en la repoblación del Duero después de la filoxera en el SXVIII. En la búsqueda de la máxima expresión del terroir, hacen micro-vinificaciones de cada parcela y priorizan la sostenibilidad en todo el proceso de elaboración -actualmente tienen la certificación ecológica oficial para sus viñedos y cuentan con un sistema de eficiencia energética para minimizar la huella de carbono-. La variedad predominante es Tempranillo y cuentan en menor medida con Merlot, Cabernet Sauvignon y la variedad blanca Albillo Mayor. El casco de la finca tiene servicio de restaurante desde hace poco y ofrecen menús maridados con sus vinos además de catas y degustaciones.

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4 | Castilla Termal Valbuena

Es un hotel 5 estrellas, histórico y sostenible, construido en y alrededor del Monasterio Valbuena, original del SXII y reconocido como el monasterio cisterciense mejor conservado de Europa. Dentro del predio está la Capilla de San Pedro y hay piscinas con aguas mineromedicinales del manantial de San Bernardo. También producen su propio vino, Converso, un Tempranillo que nace en la única plantación que tienen en el predio, de sólo 4,5 hectáreas y una producción limitada de 20,000 botellas. Hacen especial hincapié en la propuesta gastronómica de su restaurante, donde la sostenibilidad es bandera. Tienen huerta ecológica propia, trabajan en la recuperación de variedades autóctonas e investigación, y hacen alianzas con los productores de la zona.

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