Al local de Villa Crespo le nació un hermano palermitano. El nuevo Vico suma otros vinos, sangrías y una cocina de producto pensada para combinar con más de 80 etiquetas. Animarse a probar es la consigna.
n Buenos Aires, donde el copy paste gastronómico corre más rápido que el agua, Vico Wine Bar se reserva una cuota de originalidad dedicada al vino. Hoy, cuando el consumo de nuestra bebida nacional llegó a su mínima expresión –20 litros per cápita por año, récord histórico y triste– Vico acerca a la gente distintos tintos, blancos, rosados, dulces y espumantes a través de una propuesta lúdica que llega tanto a los iniciados como a los que quieren pasar un buen rato, copa de vino –o mejor dicho, de vinos– en mano. El formato resulta atractivo para jóvenes y no tanto.
Igual que en el local de la calle Gurruchaga, en este espacio con techos de bovedilla pintados de gris, escalera metálica, estética canchera, hay variedad de cepajes, estilos, añadas y regiones que no figuran en una carta. Las más de 80 de etiquetas se pueden elegir según tres medidas colocando una tarjeta con banda magnética en las máquinas Wineemotion, esos dispenser de alta tecnología italiana que mantienen a los vinos idénticos a sí mismos durante meses.
Otra opción es sentarse a la mesa y dejarse guiar por los y las sommeliers del lugar, como la entusiasta Paloma Barcala. Sus sugerencias no fallan.
En la barra, con 35 marcas de gin y 20 de vermouth incluido el Lunfa, de elaboración propia, puede comenzar la experiencia. Así como el genial Pablito Colina se ocupa de la selección de vinos con ojo de experto, el bartender Carlo Contini es responsable de las sangrías tiradas. La de Sauvignon Blanc, con tomillo, durazno y más frutas compite en sabor con la de Malbec, con romero, canela y algunos etcéteras secretos. Gana la primera, fresca, con un punto de acidez perfecto.
Julián del Pino –cocinero que se fogoneó en Sucre, Christophe, The Food Factory, Crizia, y D.O.M, el dos estrellas Michelin de Alex Atala, en San Pablo– apuesta a una cocina de producto en porciones pequeñas –a veces demasiado– pensada para probar varios platos y jugar con los acuerdos.
Además de la bruschetta con anchoas de Mar del Plata que produce Hernán Vivas, tomate y ajo –para comerse unas diez–; muy recomendables son la molleja con compota de repollo y manzana, el matambre de cerdo con ensalada de mango, papaya, cebolla morada y cilantro, la trucha con emulsión de coliflor y tempura; o los tagliatelle con ragout de hongos y ossobuco.
Platos que prueban la buena mano del chef y su sensibilidad para el manejo de las sazones y de las texturas.
Pero no solo hay miniaturas en Vico, también están el T-bone de 800 gramos o la paleta de cordero entera, ideales para compartir entre varios comensales. Y los quesos y fiambres –prosciutto di Parma, jamón ibérico– que se conservan en una cava a una temperatura y humedad controladas, como los de cabra o el estilo gorgonzola, tan amigo de los vinos dulces.
Aunque los golosos preferirán terminar la cena con un Charlotte o el flan con espuma de dulce de leche y queso, más crocante de miel. Placeres posibles en el Hollywood de Palermo.
Datos útiles
Vico Wine Bar Palermo. Honduras 5799, CABA.
Martes a domingos de 18 al cierre. Reservas. Tarjetas. Precios amables.