
Primero fue Londres, después Singapur y finalmente NY. Cada edición de este festival nómada puso en marcha una maquinaria de cocineros y sommeliers argentinos que tributan los sabores de nuestra mesa en distintos lugares del mundo.
Este escenario cosmopolita y estrepitoso es la cancha donde se prepara el equipo del festival nómada COMILONA para jugar por tercera vez un partido con final abierto: difundir y promocionar nuestra cocina y nuestros vinos, expresión cultural que nos define, nos marca, nos delata.
La actual apuesta: invitar a los neoyorquinos a sentarse a la mesa patria, con su ánimo de celebración, su bullicio, sus platos, sus productos, sus rituales, su forma de ser.


Hay equipo
Muchas voces forman el coro de COMILONA. Ninguna desafinada. Para echar a rodar la aventura en Manhattan se sumaron al grupo estable Diego Grimberg, jefe de cocina de Enigma, el restaurante de Albert Adrià. Martín Molteni –Pura Tierra, Buenos Aires–. Marcelo Di Giacomo –Virtus, París–. Patricio Negro, Sarasa Negro, Mar del Plata. Julieta Caruso, ex jefa de cocina de Mugaritz y hoy de Casa Cavia. Fernando Navas, anfitrión del evento en su restaurante Balvanera, llamado igual que el antiguo barrio de milonga donde según Borges el tango adquirió sus matices más eróticos.

Como anillo al dedo
Valeria Mortara seleccionó etiquetas de Mendel, El Porvenir, Zuccardi, Noemía, Rutini, Susana Balbo, Catena y Salentein, bodegas representativas de distintas regiones del país que acompañaron el menú ofrecido en Balvanera. Torrontés cafayateño para el carpaccio de pescado preparado por Negro. Chardonnay mendocino para los langostinos de Madryn con humita y albahaca que sirvió Molteni. La picaña laqueada con dulce de leche (locura genial de Di Giacomo) salió con un Malbec patagónico, y otro de Mendoza acompañó la carne –saignant– con guarnición de repollo, mérito de Diego Jacquet. En el servicio de vinos, a temperatura impecable, se lucieron Mortara y su colega Sebastián Koncurat, otro argentino que trabaja en NY, es amigo de la casa y no quiso perderse la experiencia. Alrededor de sesenta personas, entre mexicanos, argentinos, neoyorquinos y europeos disfrutaron con cara de feliz cumpleaños de estos platos y sus acuerdos sensibles. El/la que sabe, sabe.
Este evento va creciendo año a año: por COMILONA ya pasaron 25 cocineros y tres sommeliers que participaron de decenas de actividades.
Cada vez más: en esta última edición hubo de todo; un cócktail para prensa especializada al que asistió el Cónsul argentino en NY y donde se sirvió comida regional.

También hubo lugar para un momento de street food en Times Square, con reparto de empanadas, una comida que recorre Argentina de punta a punta y en cada provincia tiene su versión. Entre el público de curiosos, una estudiante de danza, salteña y delgada como una espiga, reclamó su porción y se la comió de un saque. Después confesó que era vegetariana pero no había podido resistir la tentación. La carne tira, la tierra también.

Las cerezas de la torta
En la recta final del festival, la charla sobre cultura gastronómica argentina en el exclusivo club Soho House de Manhattan, convocó a 40 personas atentas y preguntonas. Otras tantas asistieron a la clase sobre gastronomía y enología argentina a cargo de Nardelli, Molteni y Mortara en el Internacional Culinary Center, escuela que tiene 300 alumnos y de la que salieron talentos como David Chang y Dan Barber. En la sala equipadísima, perfumada de pimentón y ají molido e invadida por los vahos del locro y el chipá, se percibía el interés de los gringos por nuestros ingredientes, paisajes, sabores y aromas de la tierra. El relato de un país contado a través de la cocina y el vino.
COMILONA propone una gran mesa colectiva donde todos hablan, comen, beben y reparten. Una celebración a la argentina. Un puente que conecta culturas y reúne a compatriotas. Un antídoto contra la nostalgia.

Me mata esta nota porque me lleva directo a NY. Casi me parece estar disfrutando por allí con mi hermana ( ella vive allá).
Ya le pasé el link y las recetas. La de las batatas es tremenda. Háganla que no se van a arrepentir. ¡Felicitaciones!