l evento fue justo en el Día del Amigo, fecha que recuerda la llegada del hombre a la Luna. A pesar del triste aspecto anfitrión de los viñedos a ambos lados del ingreso principal al restaurante, teñidos de ese marrón grisáceo del sueño invernal -el verde seguro les hace más justicia-, el paisaje de fondo a nuestras espaldas, el Cordón del Plata con sus cumbres siempre nevadas, le pone la firma a ese cuadro. No hay dudas que estamos en Mendoza. En nuestro interior no podemos evitar decirnos “hermosa vista”, como la primera frase que dijo Edwin «Buzz» Aldrin, el segundo hombre en pisar la Luna el 20 de julio de 1969.

Observatorio logra ser como un planeta flotando entre los Andes. Creado entre las montañas e inspirado en el cielo, las estrellas y los planetas, este sitio nace para disfrutar de platos simples y de calidad, los mejores vinos de la bodega, y también -para quien lo prefiera- cócteles a base de vino, cerveza tirada y otras bebidas. En él converge un universo de recetas simples, donde el vino es protagonista, pero también hay lugar para otras bebidas.

Fue una oportunidad para probar por adelantado muchos de los pequeños platos, con capacidad para compartir de a dos, que integrarán la carta. La cocina de Observatorio sigue un concepto que pone el foco en el producto, en la comida de todos los días, la comida que gusta, sin rebusques. Logra ser una cocina sencilla de donde surgen reversiones de platos tradicionales que logran apartarse de los sabores y emociones originales, con giros creativos que le agregan toques diferentes con texturas y acideces justas.

En la arquitectura y diseño del local con vista a las montañas se destacan el vidrio, la madera y el hormigón, tres elementos para conseguir un ambiente descontracturado, joven, y con mucha luz natural en el interior del salón. Además cuenta con espacios en su jardín, para disfrutar de los días soleados.