o sorprende que haya colas de gente esperando para entrar al templo de pastelería de Damián Betular. El proyecto arquitectónico, de MMCV demandó tiempo, trabajo, espacio –para concretarlo hubo que derribar dos casas–, y también cuidado estético. Recorrimos los tres niveles de esta impactante construcción pintada de bordó, naranja, amarillo y lila, con ventanales de vidrio color caramelo y muchos detalles. Al final del recorrido se descubre una florería y un patio con mesitas para instalarse al fresco. Pero más que instalarse en el lugar, mi idea es que lo conozcan, que tengan una experiencia sensorial rica y que sigan disfrutando de nuestra pastelería en casa. Nuestro fuerte es el take away, aclara.

Es imposible no caer seducido por lo que exhiben los 15 metros de vitrina: tortas, petit gâteaux, macarons de mango, limón, Malbec, maní y frambuesa… Grajeas, alfajores y cookies (imperdible la de pistachos, vegana). Hay panes y laminados, omnipresentes en Buenos Aires, pero aquí la diferencia la da el relleno, como el de banana caramelizada: delicioso. Tampoco faltan los sándwiches, que se sirven –igual que todo lo demás– en coqueta vajilla rosa.

Aviso parroquial para los fans del chocolate: si les gustan los bombones, en BP tienen una selección para perder la cabeza y el bolsillo, cuestan lo que valen. El packaging es soñado, y los ingredientes, de primera. Usamos productos argentinos, salvo el café –de la firma Cuervo– y el chocolate –Valrhona–, porque no se producen acá, aclara el pastelero que plantó bandera en un barrio donde la movida gastronómica pareciera no tener techo.